Un día millonario
Fue el 9 de diciembre de 2018 uno de los días
más felices de mi vida. No me cabía en el pecho tanta alegría. No entraba tanto
gol en la garganta. Fue un día perfecto para morir de emoción.
Pero al final la muerte quedó del otro lado,
la desilusión, la desdicha, desierta la esperanza en un equipo mutilado desde
lo físico, mental y emocional.
Ese día Napoleón, y su ejército invadieron
Madrid y conquistaron una vez más. Pero esta victoria fue única en la historia.
Irrepetible.
No olvidaré jamás ese instante de suspenso y
adrenalina que viví durante la corrida del Pity, no saldré nunca de la
reacción del asombro ante el regalo que
nos brindó esa zurda colombiana, bruja, genia zurda que gatilló y tiró en el
único lugar que podía entrar esa pelota que estaba asignada para un tipo
talentoso como Quintero. Y cómo olvidar el desahogo de bronca y desazón en el
empate que logró el Oso Pratto, que solitario y cazador encontró en el área la
oportunidad después de una jugada elaborada fenomenalmente.
Y lo más importante: El abrazo con la familia.
Eso es lo que te deja un día como ese nueve de diciembre. Momentos indelebles
en la memoria. Inclasificables sensaciones. Perfumes impregnados eternamente en
el viento.
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